Jhon Henry Beltrán: El concierto de una vida
Subía por las escaleras del pasillo de un hotel; enmohecido, pero no olvidado, como todos los recuerdos del centro histórico de la ciudad; por entre las paredes se entretejía el olor de algunos viajeros transitorios o inquilinos permanentes; quizá de jovencitas para alquilar, de jóvenes no tan jóvenes y de viejos no tan viejos,… o de pronto, no se sabe…, de niños no tan niños.
Hay claridad en el recinto, los balcones son amigos de la luz, y la atraen; dejan que entre la prosperidad del medio día, que esa bola de fuego que arde allá en lo alto por encima de todos nosotros, invada el ambiente. Y esa luz, ceremoniosamente entra en el breve espacio, entra y se sienta como una señorita de su casa, esperando que llegue la noche y la recoja. El techo blanco daba la impresión de que pronto podría colapsar, quizá algo colapsaría, quizá todo podría derrumbarse, menos la esperanza de un hombre que a pesar de los tragos amargos que le tocado tomar, por negligencia de terceros, o simplemente porque así es la vida, que de repente, comienza a dar golpes duros sin saber por qué; nunca deja de sonreír, ni de cantar, ni de vivir,… ni de cantar.
Por que así vive, cantándole a la vida, y escuchando su repertorio diario en la travesía; viven dándose conciertos solidarios, porque él escucha a la vida en los buses, y la vida lo escucha a él con su con esfuerzo; un esfuerzo de gusto, un esfuerzo sudoroso y cansado, a veces un poco agrio y triste por la soledad, o dulce por la satisfacción de reconocer la importancia de estudiar en la Universidad pública, la Universidad de la Calle. Pero no importa, quiere cantar siempre, aunque lo hayan desterrado gracias a una guitarra, a esa guitarra con la que ahora se gana el pan de cada día. La guitarra con la que a diario Jhon Henry Beltrán Monterrosa, un tipo alto y flacucho, que va con su guitarra recorriendo las calles y las ciudades en busca de su respeto y el respeto de los demás.
Jhon Henry nació en algún día del año 1976 en Barranca Bermeja, Se divirtió mucho en la escuela, porque le gusta aprender. Creció aprendiendo a ser un tipo responsable; Se enamoró un día cualquiera y de la unión de esos dos cuerpos enamorados nació una pequeña niña. Quería continuar con sus estudios, y por esta razón, estudiaba por las mañanas derecho, y en la noche trabajada de vigilante en una Universidad privada de la ciudad. Llevaba un año trabajando, cuando por desgracia, un recorte de empleados tocó su suerte.
No sabía tocar muy bien la guitarra, pero al quedar sin trabajo, decidió irse a los parques de su natal Barranca Bermeja a cantarle a la gente, que al verlo, se burlaba; porque después de tener un trabajo fijo y de estudiar una carrera, lo tildaban de loco por estar cantando canciones maltrechas en un parque, con un guitarra que sólo manoseaba como si fuera una mujer de la calle; pero que con el tiempo, y gracias a varios métodos de aprendizaje, sus manos torpes pudieron desvirgarla, y tocar melodías y cantar canciones, con todo el respeto que merecía aquel instrumento profanado del que ostentaba.
Después de un tiempo, decepcionado de los sinsabores de su vida, y consigo mismo de cómplice, fraguó su huida; no anunció a nadie lo que pensaba hacer, simplemente llegó a su casa, cogió dos mudas de ropa, su guitarra y el poco dinero que lo acompañaba para iniciar un nuevo recorrido en Bucaramanga, decidió ir a rebuscarse, a lucharse el pan… a recorrer más ciudades, cantando en más parques… Pero el Bucaramanga no le fue del todo bien... Afirma que su vida allá fue todo un desastre, debía pagar 7.000 pesos de hotel más otros 7.000 para su sustento, y aunque le da gracias a Dios porque nunca se acostó con el estómago vacío, lo que ganaba sólo le alcanzaba para supervivir. Y debía mandarle dinero a su hija, que estaba muy pequeña en ese entonces. Por fin, cumplió 92 días en Bucaramanga, 92 días en los que pudo reunir el dinero suficiente para irse a Barranquilla, entonces se puso otra vez la ropa en la espalda, y simplemente se fue…
Llegó a Barranquilla, y su corazón le decía que allí iba a tener nuevas oportunidades; al ver tantos buses, sintió una emoción profunda, y se emocionó tanto, que al intentar interpretar una de aquellas canciones remendadas por su memoria, una de esas que tanto se sabía y que era de esas difíciles de olvidar, su voz le hizo quedar mal; estrictamente se limitó a salir, o a veces salía pero trastabillando… Nunca había sentido tanto pánico en su vida de artista, sentía las miradas acosadoras de la gente, lo desnudaban, quizá sentían celos de aquel forastero que pisaba esa tierra ajena, esa tierra que no había sido prestada por ellos ni por un momento para vivirla.
Allí sólo bastaron dos meses para comenzar a ver la productividad. Su guitarra, esa “mujerzuela” que una vez fue despreciada por su familia, era la fuente de su sustento diario; era la que le permitía sentir que tenía el control del mundo, le hacía sentir poder cuando sentía en sus manos ese gran puñado de monedas; no le hacía falta nada, yendo de bus en bus y haciendo lo que le gustaba, se ganaba su sustento y el de su madre, que ahora cuidaba de su pequeña.
Después de mucho tiempo en Barranquilla, sintió haberse “perrateado” la ciudad, entonces uno de sus compinches, le propuso venir al corralito a vacacionar. Sí señoras y señores, vino por una semana y ya lleva 5 años en esta ciudad de turistas. Enloquecido con las noches llenas de agua de sal, caballos cocheros, siendo testigo de los enamorados a la luz de la luna, cuando está llena o aún cuando está vacía. La caja registradora, así como desde el primer día en que decidió quedarse, le sigue sonando. Su trabajo le da para todo, es su propio jefe, tiene su propio horario, se pone sus metas y se traza sus límites.
Cuando llegó a esta ciudad, se fue a vivir a Paseo Bolívar, Allí se hospedaba en una pieza, donde pagaba mensualmente 200 mil pesos, diariamente se embarcaba en una mototaxi para desplazarse a su sitio de trabajo; y luego tomaba otra para llegar a su casa. Eso sumaba 3 mil quinientos pesos diarios; y cuando no conseguía moto debía gastarse 5 mil pesos en taxis. Semanalmente debía pagarle a una mujer que le hacía el aseo a la pieza más sus tres comidas; eso sin contar las veces en las cuales estuvo al borde de la muerte, porque en distintas ocasiones un grupo de delincuentes urbanos, lo encañonó para quitarle lo cantado de todo el día. Sin embargo los benevolentes malhechores, jamás atentaron contra la integridad de su improfanable guitarra.
Además de esta vasta experiencia de sobrevivirle a los malandros, se dio cuenta que viviendo lejos del centro amurallado, gastaba mucho más de lo que estaba ganando, entonces decidió mudarse para allá.
Tocando y cantando se hace aproximadamente 50 mil pesos diarios, trabajando de 4 de la tarde a 8 de la noche. Cuando no está cantando en los buses, se dedica a impartir clases de guitarra, a personas que como él, vieron en este magnifico instrumento un cuerpo de mujer de perfecta simetría y una dulce serenata de cuerdas graves y agudas, que se tocan iguales pero diferentes, que se tocan juntas pero separadas, porque nunca una nota por pomposa que sea o por tímida que salga queda bajo la sombra de la otra.
Los domingos se va a la playa a serenatear a sus clientes. Identifica muy bien a su presa: Observa sigilosamente los zapatos y los relojes. También es vital saber qué tipo de celular lleva el que posiblemente pueda ser su comprador. Puesto que Jhon no le “bota corriente a todo el mundo”. Los clientes, son como la comida, entran por los ojos, y él los identifica muy bien antes de ofrecerle su preciado servicio. En la playa, 4 canciones valen 10 mil y en el centro, pueden llegar a costar hasta 20 mil pesos. Nadie reprocha su trabajo, porque lo hace tan bien, que su audiencia, puede llegar a considerar, que nunca será suficiente para recompensar los ratos memorables que este I pod viviente le hace pasar a su público. Este cantante innato, que lleva en la sangre la vena musical que heredó de su abuelo Pedro Beltrán “Ramayá”, uno de los más consagrados tradicionales cantautores del género cumbia.
Los turistas ya lo conocen debido a que se hizo famoso por una aparición que hizo en Wild on Cartagena, un programa para E! Entertainmet Television un canal gringo de entretenimiento, y entonces cada vez que algún turista lo ve, enseguida lo reconoce, y lo invita para comprarle sus servicios.
Gracias a ello, cuenta mientras sonríe, porque jamás para de sonreír, se fue un fin de semana para las Islas del Rosario con un grupo de mexicanos. De los cuales guarda muy buenos recuerdos, y con quien cultivó una estrecha amistad.
A pesar de haberse hecho en la calle, lleva una vida sin excesos ni codicia, se considera un hombre honrado; el pilar sobre el cual ha venido construyendo su existencia, es la honestidad. Es un hombre completamente desconfiado, detesta la gente que no da puntada sin dedal, prefiere la sinceridad ante todo, y además sueña con tener algún día otra musa que no sea la guitarra la que le quite el sueño, o mejor aún, la que le traiga más inspiraciones y sueños de colores, para colorear su vida, que a veces está un poco tiznada por la soledad que lo agobia.
Sueña con grabar y vender sus propias canciones, renuncia a la fama rotundamente, porque le gusta pasar desapercibido ante la gente; no le gusta la vida escandalosamente pública, y quizá lo sigamos viendo por mucho tiempo recorriendo la ciudad cantando sus canciones, llorando sus pesares, sonriéndole a sus sueños; aguardando la esperanza una mejor calidad de vida para la luz de sus ojos, su hija esa que la distancia no le ha dejado ver con claridad sus brillantes ojos, esa hija a la cual la vida le ha negado la posibilidad de ver crecer, pero por la cual trabaja arduamente, para ayudarla a salir adelante, y para que quizá tenga un mejor futuro, aquel que la falta de oportunidades de este país, algún día le arrebató de las manos.
Cuando el sol se oculte vagará por la ciudad, y así anda, tejiendo canciones, cruzando caminos, atajando la vida…
“Hoy me he levantado algo desanimado,
Un poco de jaqueca,
Será algo que he tomado,
He estado pensando,
He estado analizando
Que la naturaleza,
Estamos acabando…”
“Mañana buscaré salida
Al dolor en mi interior,
Buscaré tu sonrisa,
La pondré en mi canción,
Acércate,… no tengas miedo
Que yo te enseñaré el amor…”
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